La luz del amanecer empezaba a rasgar la oscuridad de la noche, sus deambulantes pasos lo llevaban a casa sin un rumbo cierto, quería caminar y sentir la suave lluvia que caía sobre él, los suyos eran unos pasos lentos, marcados por el alcohol y el dolor. Había decidido que debía olvidarla, le hacía daño pensar en ella y saber que jamás estaría a su alcance, que jamás podría tenerla entre sus brazos. Lágrimas de amarga desesperación rodaban por sus mejillas mezclándose con la lluvia, porque el tiempo y la vida habían sido tan injustos colocándola en su vida tan tarde, después de tanto tiempo buscándola sin encontrarla.
Pero más daño le hacía saber que sería incapaz de olvidarla por más que hubiese decidido olvidarla, estaba clavada a su piel, estaba en sus ojos, estaba en su mirada, estaba en sus pensamientos.
Seguía luchando o simplemente se rendía ya.