Beso sus mejillas, sus ojos, su frente, le mordió los labios, y la volvió a besar, recorrió cada centímetro de la piel de su cara con las yemas de los dedos, con sus labios, no tenía prisa, solo quería vivir ese momento por si no se volvía a repetir. La abrazo, necesitaba su contacto, el calor de su cuerpo, el frio de su piel, absurdo tener calor y frio a la vez, pero tan pronto notaba helados sus dedos al recorrer su piel desde la columna hasta sus glúteos, como de repente notaba que sus dedos se quemaban al bajar desde sus pechos hasta su pubis al querer grabar ese camino a fuego en su piel. Tenía todo el tiempo del mundo para perderse en su cuerpo, el tiempo se había parado, solo existía ese preciso momento y ese justo lugar, el momento en que sus cuerpos se unían.
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David Cala - Escritor
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