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Foto del escritorDavid Cala

Mi Chica Desconocida


No tengo claro si algún día llegarás a leer esta carta, a día de hoy lo veo difícil, pero sentía la imperiosa necesidad de escribirla para al menos liberarme de mis cadenas, esas que me ataron a tu recuerdo durante mucho tiempo. Como de costumbre la estoy escribiendo demasiado tarde. No sé porque he esperado tanto tiempo para hacerlo, por eso, ahora que no te puedo ver, dudo mucho que pueda hacértela llegar, aun así debo obligarme a vomitar esas palabras que me he estado tragando tanto tiempo, al menos para mí mismo, será una forma de desahogarme, una forma perfecta de cerrar ese círculo que se quedó abierto desde el momento en que dejé de verte. Ni siquiera sé cuál es tu nombre, que absurdo, quizás porque nunca me hizo falta preguntártelo para que verte me hiciese feliz, pero ahora me arrepiento tanto de no habértelo preguntado, me arrepiento de ser un cobarde y no haber dado ese paso, al menos así tendría una pequeña pista para intentar buscarte por las redes sociales. Entonces me bastaba con verte a diario para ser feliz, mi pequeño momento de felicidad duraba tan solo unos minutos al día. Pase más de un año viéndote pasar todas las mañanas y ni siquiera me atreví a intercambiar una sola palabra contigo. Que cobarde fui y cuanto me arrepiento de serlo.

Con el lánguido paso de los días, demasiado largos desde que tú no pisas mis días, la tristeza se apodera de mí de manera irremediable. Se me hace muy duro pensar en ti, pero lo más insoportable es pensar en la nostalgia que siento cada vez que recuerdo lo feliz que fui con tan poco, la rutina de verte pasar cada día por la puerta del bar donde yo servía mesas era suficiente para hacerme feliz, me bastaba ese momento del día para ser feliz. Ni siquiera ahora sé con certeza si las mariposas, esas que sentía revolotear en mi estómago justo cuando se empezaba a acercar la hora exacta del día en que todo dejaba de tener sentido para mí, eran mi forma de amarte en silencio, mi forma de querer ser parte de tu vida, de que tú fueses parte de mi vida. Todas las mañanas, a la misma hora del día, justo cuando tú pisabas el mismo espacio que yo cuando ibas de camino a tu trabajo, que por cierto nunca supe cuál era, era cuando mi mundo cobraba sentido, en ese justo momento del día yo sabía lo que era ser feliz. Tampoco supe con seguridad, si a eso que sentía al ver tus ojos verdes mirarme y esa maldita sonrisa que conseguía hacer, que a su vez, yo me quedase obnubilado mirándote y con el resto de mis sentidos apagados o fuera de cobertura, se le podría llegar a llamar amor. Esos buenos días silenciosos que yo sentía que me dedicabas a mí, aunque sin decir una sola palabra audible, expresando mucho más con las miradas fijas en mis ojos. El pasar cadencioso de las curvas de tu cuerpo exacto, los muslos enfundados en tus vaqueros grises, la voluptuosidad de tus pechos intentando romper el botón de tu camisa, me alegraban y me daban la vida que me faltaba en mi vida, valga la redundancia. No te hacía falta abrir la boca más que para relamerte, suavemente, esos labios de rojo carmín intenso, o de color negro cuando lucías tu look más oscuro para que yo comenzase a temblar de emoción.

Empecé a sospechar, que eso que sentía, era amor, justo el día en que dejaste de pasar por allí. Nunca pude averiguar porque dejaste de hacerlo, pero esa es otra de las cosas, que a día de hoy, me parecen imposible de conseguir comprender. Por supuesto, me gustaría dilucidarlo, pero no sé qué es lo que podría hacer, al menos para intentarlo. Supongo que no puedo hacer nada para remediarlo, ya es muy tarde, ni siquiera sé dónde buscarte, como para saber dónde encontrarte, absurdo por mi parte. Con la primera de tus faltas, a nuestras involuntarias citas diarias, pensé que estarías mala. Todo el mundo falta alguna vez al trabajo, todo el mundo tiene derecho a ponerse enfermo y dejar que la rutina deje de mostrar su magia. Después de dos semanas faltando tu presencia en mi vida, también me empezó a faltar el aire, pero sobre todo, a sobrar la vida. Todo el sentido que tenía mi vida, se había centrado en ese preciso momento del día. Ese instante en el que tocaba el cielo, mientras te miraba pasar, viendo esa jodida sonrisa que me dedicabas al caminar. Tu ausencia, tumbó mis ganas de vivir, como si de un castillo de naipes se tratase, al venirse abajo por una ráfaga de aire que se cuela traviesa por la ventana. Mi felicidad se apagó con tu ausencia, todavía no me he levantado, ni sé si lo hare. La verdad es que no tengo ganas de hacerlo, creo que solo volverte a ver podría conseguirlo. Decidí ocupar tu espacio con el alcohol, la solución a todos los males de la humanidad. Todas las noches bebía más de la cuenta, al principio, solo eran un par de cervezas para intentar dormir algo mejor, con el paso de los días me tuve que pasar al whisky, solo con hielo, mezclarlo es tontería, llegué a beberme una botella cada noche, me estaba convirtiendo en un alcohólico. Entre borrachera y borrachera, iba a trabajar con la esperanza de volverte a ver, con la esperanza de que un milagro te volviese a traer hasta mis días, que tú volvieras a tu rutina diaria de pasar por delante del bar donde yo trabajaba.

Hasta que un día, en lugar de irme a dormir borracho, decidí escribirte esta carta, borracho por supuesto, eso no iba a cambiar, pero al menos tomé la decisión de enfrentarme a tu recuerdo. He decidido que tengo que hacer algo para recuperar las ganas de vivir, ¿no sé si buscarte por todas partes podría funcionar?, pero quedarme encerrado en casa bebiendo, no me va a ayudar a encontrarte. Me debato entre buscarte, o quitarme de en medio, pero encontrarte me parece imposible, por mucho que te busque. No creo que merezca la pena intentarlo, prefiero rendirme ya, lo mejor será abandonar este mundo tan solitario que me has dejado. Tomar mis decisiones estando borracho no es lo mejor, pero he llegado a mi límite, dejaré esta carta escrita por las redes sociales y luego tomaré la decisión más dura de mi vida. Decir que fui un cobarde por no confesar lo que sentía por ti, fue y seguirá siendo mi condena. Por ser un cobarde en su día, esta noche seré más cobarde que nunca, mi vida se quedó vacía cuando dejaste de pasar por mi vida. Hoy me iré para siempre, abandono mi vida, pues ya no tiene sentido.


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