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Foto del escritorDavid Cala

Kassthun Capítulo III - Primera Sangre


Kassthun, temiendo que lo descubriesen, se deslizó con mucho cuidado unos centímetros hacia su derecha procurando no hacer ningún ruido en el proceso. Lo que pretendía era ocultarse mejor por si a los dos extraños les daba por mirar hacia arriba. Al final fue peor el remedio que la enfermedad, pues al moverse golpeó con su pierna izquierda la viga tras la que se escondía, provocando que un cascote que estaba sobre ella cayese al sótano. El estridente ruido que hizo al golpear contra el suelo puso en alerta a los dos hombres de inmediato.

Ambos levantaron la vista al unísono descubriendo al bárbaro intentando ocultar su voluminoso cuerpo en vano.

—¡Ahí arriba! —exclamó el primero de ellos mientras desenvainaba la espada y se dirigía a toda prisa hacia la escalera.

—Es el bárbaro del otro día —dijo extrañado el segundo—, pensaba que habíamos acabado con él.

Así que esos dos extraños ya se habían encontrado con él la noche en que perdió todos sus recuerdos por un golpe en la cabeza, seguro que ellos eran los culpables de su amnesia. No estaba dispuesto a dejar que en esta ocasión lo volviesen a derrotar. Alargó la mano derecha por encima del hombro para echar mano de su espada bastarda. El tacto del cuero de la empuñadura le daba seguridad. La blandió con ambas manos y se dispuso a hacerles frente junto a la escalera, de esa manera no podrían atacarlo los dos a la vez.

Detuvo con excesiva facilidad el espadazo que intentó asestarle el hombre que iba delante. Su respuesta fue inmediata, le lanzó un puntapié que impactó en el pecho derribándolo escaleras abajo. Su otro rival vio como se le venía encima su compañero, aunque consiguió esquivarlo por los pelos pegándose contra la pared.

Kassthun estaba sudando por el esfuerzo del combate, había pasado tantos días en la cama recuperándose que ahora estaba bajo de forma. Y ya tenía al segundo hombre presionándole, sin darle descanso a sus fatigados músculos. Portaba dos espadas cortas, tan solo eran un poco más largas que unas dagas, sin embargo, era muy rápido con sus movimientos, tanto que consiguió hacerle dos cortes poco profundos en los brazos a pesar de conseguir detener sus ataques más peligrosos. Pero la posición elevada que seguía manteniendo el bárbaro sobre su rival, le daba una ventaja que podía llegar a ser decisiva, sumado al mayor alcance que le proporcionaba su espada le hacía llevar las de ganar en el combate. Si conseguía que no se alargase demasiado el intercambio de golpes, podría acabar con su rival antes de estar agotado por el esfuerzo y la falta de ejercicio.

Detuvo un nuevo ataque lanzado con las dos espadas a la vez contra su cabeza. A su rival se le resbaló la espada que portaba en la mano izquierda por el golpe contra su espada bastarda, momento que Kassthun aprovechó para descargar un mandoble con todas sus fuerzas contra la mano derecha de su enemigo. El impacto fue brutal, el filo de la espada seccionó la mano y parte del antebrazo. El hombre se aferró el muñón mientras gritaba de dolor, intentaba detener la hemorragia sin éxito. Kassthun terminó con su sufrimiento atravesándole el estómago con una estocada tan rápida como certera.

Ahora que había acabado con el segundo de sus enemigos, pudo comprobar con cierto alivio, que el primero no lo había vuelto a atacar porque había muerto, se había partido el cuello al caer por las escaleras.

Kassthun estaba decidido a averiguar algo más sobre sus atacantes, así que se dispuso a examinar sus cadáveres para ver si le ayudaba en algo. Los dos vestían ropas oscuras, los pantalones eran marrones en ambos casos, el que había muerto con el cuello roto llevaba una camisa gris, la del otro era negra. No encontró nada especial en sus ropajes. Lo único que le llamó la atención era que el hombre al que le había atravesado el estómago, en la mano amputada, llevaba un anillo como el que se había encontrado en las escaleras. Descendió estas con la intención de comprobar las manos del otro hombre, descubrió que no llevaba anillo en ninguna de ellas, pero si observó que en la mano derecha era bien visible la marca blanca que le había dejado un anillo al no darle el sol debajo. ¿Sería el anillo que se había encontrado de este hombre? ¿Había regresado al sótano para buscarlo al sospechar que lo había perdido durante la primera lucha con el bárbaro? Tenía toda la pinta de ser así.


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