Deambulo, sin un rumbo fijo,
por las calles que han vivido
toda mi infancia.
Paso por colegios, casas,
edificios y plazas.
Todo está en silencio y vacío de vida.
A altas horas de la noche
no importan las locuras que hago.
No hay testigos.
Observó la silenciosa ciudad,
a la que todavía
le quedan largas horas de sueño.
Como siempre, mis pasos
me llevan frente a tu casa.
¡Cuántas veces llegamos
tambaleándonos hasta aquí,
tras una borrachera!
Ahora, dos años después de tu muerte,
nada ha cambiado.
Todas las noches paso por tu casa,
aunque más lúcido que antaño,
y en soledad.
En maldita soledad.
Hoy, por fin,
he tomado la decisión de no volver más,
en honor a tu recuerdo.
A ti, quien posiblemente
todavía estaría aquí,
sino fuera por una de esas borracheras
que te quitó la vida
para dármela a mí.
Por ponerte delante de ese coche
que debiera haberme atropellado a mí.
David Cala
09/05/2020
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