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Foto del escritorDavid Cala

Mis Sentidos sin Sentido


Ese suave murmullo, el que provocaba tu risa al mostrar alegría, sigue inundando cualquier habitación en la que intento descansar, y olvidarme de ti.

El brillante fulgor de tus ojos verdes, detrás de las gafas negras que adornaban tu mirada, sigue consiguiendo que mi corazón se estremezca al recordar las miradas cruzadas, los gestos de complicidad al notar que se acababan de encontrar una vez más, de igual manera que el primer día en que te vi pasar y me sorprendí a mí mismo sin poder separar mi mirada de la tuya, a pesar de no conocerte de nada.

El amargo sabor de tu piel, de esa nívea piel que no he podido recorrer como tanto me gustaría haber hecho, se sigue escondiendo debajo de mi lengua a pesar de no haber llegado a probarla. Esa piel, que me sigue llamando con insistencia cada vez que te tengo cerca.

El dulce roce de tus manos sobre mi cuerpo al buscar el contacto, o al tocar casualmente mis manos, me estremece hasta la médula aun siendo un simple recuerdo de un pasado que no puedo, que no quiero, olvidar.

El perfume de tus cabellos, sigue desafiándome cada vez que pasas cerca de mí, y sigo queriéndolo aspirar profundamente cada vez que estás a mi lado. Aunque sigues cerca en cada momento de mi día, me da la impresión de que ya no estás tan cerca como antes. Has cambiado tu forma de reír, de mirarme, de rozarme y mis sentidos parecen haber dejado de existir sin esa vida que me dabas al sentirte cerca.

Sin embargo, como siempre, me sigue doliendo mirarte. Sentir que estás tan cerca, pero a la vez tan lejos. Si mis sentidos han dejado de existir, ¿por qué motivo me sigue doliendo estar a tu lado? Estar cerca de ti y mirarte me duele, ¿por qué sigo queriendo mirarte sin que me llegues a doler?

Pero me dueles, y creo que jamás dejarás de dolerme, eres una espina clavada en mi alma. Sigo queriendo, tanto o más que el primer día, golpearte con un beso cada vez que cruzas la puerta para entrar o salir.

Quiero acercarme a ti, y tocarte sin tener que buscar una excusa para hacerlo. Quiero susurrarte un te quiero al oído, mientras mi mano busca la tuya. Quiero besarte, desde la frente hasta la punta de los pies, entretenerme en cada recóndito rincón de tu cuerpo, hasta ser capaz de reconocerlo en la oscuridad más absoluta. Quiero que me toques, como me tocas cuando te sueño dormido, o como me tocas cuando te miro, y te sueño completamente despierto. Me da igual soñarte despierto o dormido, lo único que quiero, es que me toques sin excusas y sin reparos. Quiero tenerte pegada a mí. Quiero atrapar tu olor en mi interior, aspirarte con tanta fuerza, que vuelvas a dolerme al entrar tu perfume por mis fosas nasales.

Sabes que he llegado a querer olvidarme por completo de ti, porque me duele saber que no te puedo tener. Que no te podré tener nunca, pero entonces te miro, me miras, y se me olvida qué es lo que quería olvidar con tanto ahínco. Y quiero que me beses, como debe de besar la vida en el momento de morir, con esa melancolía del último suspiro, con ese último aliento de vida que se te escapa sin poder evitarlo.

Quiero que dejes de ser mi tentación para ser mi pecado.

Mis sentidos, esos que cada día se contradicen más, son sentidos sin ningún sentido, han perdido por completo la poca razón que alguna vez tuvieron, lo mismo deseo tenerte cerca que necesito alejarme de ti, aislarme de todo lo que tú significas. Y sin embargo, un momento después, pienso que quizás alguna vez será, algún día será. No sé cuándo, ni cómo, ni dónde, ni siquiera en qué momento de nuestras putas vidas será, pero algún día nuestras miradas se volverán a cruzar. Tal vez, sin nadie más cerca, aunque como siempre, nos dará absolutamente igual que haya gente alrededor o que estemos en la más absoluta de las soledades.

Será tan solo un instante medido en la forma en que un reloj mide el tiempo, pero como siempre, será una eternidad medida en nuestros recuerdos. Y aunque estaremos en un silencio absoluto, pues no tendremos la más mínima necesidad de decirnos nada, porque no hay nada que decirnos. Nada, que no nos duela ya ante el sinsentido del momento muerto de nostalgia en el que dos almas gemelas se vuelven a ver, se vuelven a sentir, se vuelven a tocar, y sin embargo, siguen sin poderse amar por el miedo a cambiarlo todo, a olvidarlo todo, a romper con todo lo que eran sus vidas antes de conocerse, a quererse tanto que llegue a doler de muerte.

A mí, me dueles tú, no la vida. Y jamás dejarás de dolerme.

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